Corporación de Estudios Sociales y Educación
Santiago de Chile, sábado 20 de abril de 2024

El Mostrador: «Nuevos antecedentes de la realidad de los »con techo» Niños y adolescentes revelan problemas de vivir en un conjunto habitacional», por Lino Solís de Ovando G.

Estudio que revisa tres conjuntos habitacionales del sector sur de Santiago -Cordillera II, Mamiña II y Marta Brunet- »interpela en forma sustantiva el éxito de la política de vivienda implementada en Chile, particularmente en la última década’’, señala la autora del informe e investigadora de SUR, Olga Segovia.
Encierro, miedo, malestar, exclusión o estigmatización son conceptos que se repiten con frecuencia en el estudio “Niños, niñas y adolescentes en tres conjuntos de vivienda básica”, realizado por Olga Segovia de la Corporación de Estudios Sociales y Educación (Sur), por encargo del Ministerio de la Vivienda y Urbanismo, en conjunto con Unicef, investigación que esta vez da cuenta desde la niñez y la maternidad el problema de los llamados ‘’con techo’’.

Tomando como referencia el contexto urbano, arquitectónico y organizacional de tres conjuntos de vivienda social localizadas en la periferia sur de Santiago (Cordillera II, Mamiña II y Marta Brunet), la autora del informe, Olga Segovia (con la colaboración de Guillermo Dascal, geógrafo; Ana Maria Icaza, arquitecta; y María Pía Olivera, socióloga), quiso realizar un registro particular de la vida cotidiana de mujeres, niños(as) y adolescentes.

‘’Mis observaciones se centran en las percepciones de malestar, desconfianza y exclusión que expresan acerca de su hábitat, y se orientan a poner de relieve qué quiere o qué necesita cada uno de esos grupos. Desde allí planteo algunas interrogantes en relación con conceptos tan reiterados y debatidos como identidad, seguridad, participación, capital social: ¿cuál es el ajuste o desajuste de la realidad que se vive en estos conjuntos con estas nociones? ¿Cómo se relacionan con las aspiraciones de estas personas? ¿Qué propuestas podrían contribuir a avanzar en ese sentido? En ese sentido, desde el lugar de los habitantes, nos encontramos con una realidad desconcertante, que interpela -a mi juicio- en forma sustantiva el éxito social y cultural de la política de vivienda implementada en Chile, particularmente en la ultima década’’, sentencia la investigadora.
Tales resultados, ‘’horribles’’, a juicio de Segovia, resultan absolutamente razonables cuando se conoce el telón de fondo social sobre el que están emplazados los tres conjuntos habitacionales elegidos del sur de la capital.

Para comenzar, según la investigación, los tres conjuntos estudiados, al igual que un amplio universo de viviendas sociales de menos de 400 Unidades de Fomento (UF), ‘’construidas en Santiago desde 1980 en adelante, presentan algunas características comunes: están situados en la periferia de la ciudad, o en terrenos que alguna vez fueron periferia; forman parte indeterminada de conjuntos mayores; ocupan paños de terrenos desvinculados de la trama urbana de su entorno inmediato; tienen una densidad bruta muy superior al promedio de la ciudad. Estas características permiten suponer que sus residentes son personas que están alejadas de la ciudad, aisladas físicamente (en algunos casos no hay una continuidad entre el área construida y el lugar donde está situado el conjunto habitacional), y concentradas en viviendas y espacios pequeños (alta densidad).

Al mismo tiempo, se establece que ‘’en las fotografías observamos un agregado de conjuntos habitacionales diversos, construidos uno al lado del otro, sin mayor relación entre ellos, más allá de la contigüidad que en algunos casos, como Marta Brunet, por ejemplo, se transforma en barrera. Más aún, la estructura vial que aparece en las fotografías aéreas, conectando los nuevos conjuntos habitacionales, es la misma vialidad rural que conectaba los antiguos fundos o grandes potreros agrícolas de la zona. Ello indica la inexistencia de un diseño vial urbano mínimo que articule los conjuntos entre sí, señal de falta de previsión de la expansión urbana y de una mínima coherencia e interrelación entre los conjuntos habitacionales y sus entornos. Nos encontramos así con un escenario que muestra la desarticulación entre los proyectos de vivienda social, la inexistencia de un enfoque o estrategia en la construcción de barrios, de espacios públicos, de ciudad’’.


Falta de innovación

En cuanto al diseño y la arquitectura en juego, Segovia afirma que ‘’si se recorre los tres conjuntos habitacionales objeto de este estudio, o simplemente se examina las zonas en una fotografía aérea reciente, es muy difícil encontrar alguna característica física, espacial o social que permita diferenciarlos. Esto es fácilmente comprobable en el caso de Cordillera II, que es parte de una enorme agrupación de conjuntos, pero los tres conjuntos presentan problemas de identidad espacial. No existen en ellos elementos físicos diferenciadores cuyas características positivas estimulen en las personas una relación afectiva con el lugar, que les facilite el sentido de apropiación’’.

‘’Lo anterior evidencia de manera clara la falta de preocupación por el diseño de los espacios públicos comunitarios (plazas, juegos, sedes), de la vialidad, de los bloques y viviendas y de sus espacios intermedios (accesos, escaleras, pasillos, etc.). Los elementos estructurantes de los conjuntos y de los espacios comunitarios son débiles en términos espaciales, no establecen una unidad arquitectónica. Y aunque los tres conjuntos se diferencian formalmente por sus distintos tamaños, esa variedad no es relevante en términos de generar una identidad espacial positiva. La escala de los conjuntos no es una condición que en sí misma garantice un mejor diseño y una mayor apropiación e identidad. Por ejemplo, una tipología que agrupe unidades menores de vivienda, en torno a espacios comunes, podría estructurar grandes conjuntos. No es sólo un problema de tamaño de los conjuntos’’, agrega el estudio.


Serio aislamiento de centros urbanos

Con las anteriores condiciones a cuesta, niños y adolescentes verían afectadas sus vidas por el contexto espacial y territorial de los conjuntos estudiados. Es así como ‘’para niños y niñas el alejamiento y aislamiento de centros urbanos implica, de algún modo, menores posibilidades de acceso a servicios como sala cuna, consultorio, hospitales, y mayores riesgos y dificultades para resolver emergencias; y junto con eso, menor oportunidad de recibir el cuidado y atención de los padres y madres en el hogar, por las dificultades de traslado de estos últimos a sus trabajos y las grandes distancias que deben recorrer a diario entre ambos puntos’’.

Paralelamente, ‘’las limitaciones del diseño repercuten de manera particular en la cotidianidad de los adolescentes. En su caso, el proceso de construcción de identidad propio de la etapa del ciclo vital en que se encuentran, tiene lugar en condiciones de escaso orgullo y valoración por el espacio propio (individual y comunitario). Asimismo, la apropiación de espacios no previstos para esos usos, como los espontáneos ‘estacionamientos’ que se constituyen en obstáculos visuales, segrega al grupo de adolescentes que los ocupa del resto de la comunidad, o aleja del espacio público a aquellos que no encuentran facilidades de integración vecinal’’, explica Segovia.


Regalos de Navidad

Otro de los aspectos que juegan en contra de los habitantes de estos conjuntos, al igual que el contexto espacial y territorial, es la ineficacia de las organizaciones sociales.

‘’Cuando llegan los primeros residentes a los nuevos conjuntos habitualmente conforman juntas de vecinos, promovidas por las propias familias, por organizaciones de apoyo o por los municipios respectivos. Con el paso del tiempo, con las promesas incumplidas, las diferentes opiniones, el malestar reinante y otros aspectos endógenos y exógenos, las organizaciones sociales comienzan a deteriorarse. Como círculo vicioso, este deterioro se transforma en inactividad y, en el marco de una escasa validación por parte de las bases, los líderes locales reducen su actividad, hasta transformarse en algunos casos en meros distribuidores de regalos para niños en la Navidad. Esta situación se revierte parcialmente con la aparición de otras organizaciones que, atendiendo fines específicos (deportivos, asociaciones de madres, otros), desarrollan actividades con éxito diverso’’, reflexiona Segovia.

Por otra parte, los dirigentes enfrentan la realidad de su población de distintas maneras. Por ejemplo, ‘’en la realización del trabajo de campo (del estudio mencionado) se observaron situaciones y hechos interesantes. La gente se acercaba con curiosidad y preguntaban si se iban a hacer trabajos para mejorar los espacios públicos. Había expectativas en ese sentido. También los dirigentes estaban interesados en conocer sus poblaciones desde otra perspectiva, lo que motivó su colaboración con el estudio. Ellas y ellos nos acompañaron durante sus recorridas en los sectores estudiados, dados los niveles de inseguridad existentes en los tres conjuntos.

‘’Por otra parte, la falta de actividades y la necesidad de reflexión y comunicación, tanto de mujeres como de jóvenes, contribuyó al logro de las entrevistas y focus groups, al permitir su apertura hacia los temas del estudio. Paradójicamente, la falta de animación o actividades de recreación fue un elemento facilitador, pues llevó a que se diera gran interés por expresarse. Incluso, en todos los casos, los asistentes a los focus groups manifestaron desazón al saber que esta actividad no contemplaba nuevos encuentros’’, recuerda la investigadora.


Ausencia de organización social

-¿Cómo afecta a la vida social, la falta de organizaciones sociales fuertes
En primer lugar, la falta de organizaciones sociales fuertes afecta la vida social reduciendo las capacidades para construir propuestas colectivas y disminuyendo los espacios de diálogo para resolver conflictos, sostener situaciones de fragilidad familiar y grupal y enfrentar problemas de inseguridad y de violencia. Para el grupo de niños pequeños, la ausencia de organización social repercute a través del malestar de sus padres ante la imposibilidad de canalizar sus demandas y de encontrar interlocutores y orientadores en relación con sus inquietudes en general, y en su calidad de madres y padres en particular.

-Para los jóvenes y adolescentes, la inactividad comunitaria repercute en su incapacidad para organizarse en función de objetivos propios. Esta ausencia de organización juvenil acrecienta las dificultades propias de este grupo para llevar a cabo procesos que incluyan fases estandarizadas, sucesivas y coordinadas. Finalmente, el fracaso en la constitución de una organización formal se suma a la percepción de estar fuera de y de ser desconocidos como interlocutores válidos.
Tal situación ocurre, según el estudio, en un contexto en el cual aproximadamente la mitad de los residentes tiene menos de 19 años. En estos conjuntos hay un 50 por ciento más de menores de 19 años que el promedio de la Provincia de Santiago.


Percepción de riesgo

-¿Cuáles son los principales descontentos de las madres que viven en estos conjuntos?

-Que no hayan espacios públicos adecuados para los niños pequeños, como juegos específicos para su desarrollo en las plazas, o elementos de esparcimiento en los espacios intermedios. Se trata de una invisibilidad que denota como problemas prioritarios, el miedo, la desconfianza y el malestar generalizado. Miedo porque hay una percepción de riesgo que se asienta tanto en las condiciones físicas (escaleras, balcones, basura), como en el ambiente social de los conjuntos (otros niños, padres y/o jóvenes). El corolario de ese miedo es el encierro, la pérdida de libertad; también la restricción de las posibilidades de juego y esparcimiento, del desarrollo de la motricidad y del gasto de energía propio de la primera infancia.

-Los adolescentes, que no son menores en número en estos conjuntos, ¿qué descontentos afloraron reiteradamente de su discurso?

-Emergen tres tópicos asociados: el encierro, la exclusión y la estigmatización. El encierro lo conciben como el hábitat que se convierte en una prisión estrecha, en un sitio apartado, retirado y carente de comunicación con el afuera. Es por eso que la vivienda, para algunos adolescentes, es el encierro, la clausura escogida para preservar la seguridad, la tranquilidad. Al mismo tiempo, los adolescentes de estos conjuntos perciben una intencionada exclusión, y comunican su sensación de pérdida en la frase que responsabiliza a la sociedad de dejarlos “botados” en los márgenes de la ciudad. Finalmente, la percepción de ser sujetos de “mala fama” alcanza a los jóvenes, tanto dentro del conjunto como fuera del mismo, responsabilizándolos del proceso de estigmatización sufrido por toda la comunidad residente.



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