Transantiago I Señor director: Con la modernidad, el único eslabón de las poblaciones era el bus amarillo. Hoy se ha roto esa delgada línea que seguía la irracional lógica del Ministerio de Vivienda (Minvu) de construir en terrenos baratos fuera del límite urbano. Las nuevas líneas de colores del Transantiago aplican una estructura racional de viajes que sería adecuada en una ciudad sin grandes segregaciones y compacta. Pero esa ciudad no existe. Santiago se ha ido extendiendo por la construcción de poblaciones, cada una separada de la otra, sin ninguna estructura vial que las articule. Y este modelo del Minvu no se superpone bien al mapa de viajes del Transantiago. No son compatibles. Y la gente está furiosa. Observamos crecientes expresiones de violencia -no de delincuencia-, manifestaciones aisladas de un descontento impreciso contra otra forma de exclusión: la micro amarilla ya no pasa. Los franceses distinguen entre delincuencia en la ciudad y violencia urbana. Violencia urbana es, al comienzo, una forma de llamar la atención sobre problemas que las autoridades no perciben como importantes y que sobrepasan el umbral de tolerancia de la gente. Los franceses a golpes han aprendido a tomar en cuenta estas señales. El Transantiago muestra que el problema de Santiago no es el transporte, sino un tema urbano, y coloca en la agenda pública a la ciudad: cómo se ordena el territorio (o los costos de no ordenarlo), sin dejar en la vereda a tantos y tantas. Alfredo Rodríguez Vicepresidente Colegio de Arquitectos de Chile