Un 19 por ciento de las mujeres de la Región Metropolitana ha sufrido violencia grave de parte de sus parejas, pero casi la mitad ha sido golpeada y un 15 por ciento ha sufrido agresiones sexuales. Hay avances en marcha, pero todavía falta lo principal, cambiar las mentes.
“Mejor no meterse”. Es lo que deben haber pensado los pasajeros del metro de Santiago, cuando observaron la pelea de una pareja, en la salida de la estación ‘Cerro Blanco’. Los gritos, la amargura de las recriminaciones: quizás algo que muchos han vivido al interior de sus casas. “Mejor no meterse”.
En esa tarde de verano, Claudia Guevara Basaez, 31 años, recibió 15 puñaladas que le causaron la muerte. El autor: su pareja, Guillermo Aracena Villalobos, de 44 años. La prensa cubrió el hecho y su sangriento epílogo -Aracena se suicidó tras cometer el crimen- como el resultado trágico de una “discusión pasional”.
Sin embargo es creciente la sensación de que ha llegado el momento de inmiscuirse en lo que mucha gente –cada vez menos, por suerte- consideran parte de la esfera privada. Organismos públicos y centros de estudios se han puesto a la tarea de medir la violencia en el seno de las parejas y de las familias.
Las cifras son aterradoras. Según el último estudio hecho por el Servicio Nacional de la Mujer (SERNAM), en octubre de 2005, un 19 por ciento de las mujeres de la Región Metropolitana ha sufrido episodios de violencia grave de parte de sus parejas. Además, casi la mitad de las mujeres que reconoce haber sufrido episodios de violencia, dice haber sido golpeada con los puños o con objetos contundentes.
Hay más: Un cuarto de las consultadas dice que su pareja la pateó, la arrastró por el piso o le propinó una golpiza. Un 7,7 por ciento y un 3,6 por ciento respectivamente, declaran haber sido estranguladas o quemadas. Un 22,7 por ciento en tanto, fue victimizada con armas. Estos son hechos calificados como “graves” en la estadística. Y por si fuera poco, la mitad de las mujeres admite haber sido víctimas de violencia, incluso en sus formas más “leves”: bofetadas, empujones, tirones de pelo…
Pero no toda violencia consiste en golpes. Según el mismo estudio, un 43 por ciento de las mujeres ha sufrido algún tipo de violencia psicológica; la gama de los ataques va desde los insultos hasta las amenazas.
El estudio refleja cifras aún más inquietantes y que se refieren a la más oculta de las violencias, la sexual. Un 15 por ciento reconoce haberla sufrido, principalmente al ser forzadas físicamente por sus parejas a realizar un acto sexual no deseado.
No es raro que este historial de la brutalidad termine en el femicidio. De acuerdo a datos del SERNAM, 30 mujeres han muerto en manos de sus parejas en lo que va de 2006.
Enemigo íntimo
Aunque la sensibilidad pública en torno a este tema ha mejorado, falta mucho por avanzar. De hecho, hasta hace solo un año, muchos de estos crímenes eran perseguidos como simples faltas.
Claro, son agresiones difíciles de detectar, y aún más difíciles de denunciar por el silencio de las víctimas y del entorno: “mejor no meterse”.
Laura Albornoz, ministra del SERNAM, explica a El Periodista: “Hasta hace poco tiempo, cuando se acudía a Carabineros, la violencia en contra de las mujeres se enfrentaba como un tema privado: ‘el que te quiere, te aporrea…’.
Desde octubre de 2005 existe una nueva legislación que tipifica el delito de maltrato habitual como un delito grave, además de establecer medidas de protección para las víctimas.
Un avance, según Albornoz, aunque el problema tiene raíces más profundas. “Yo creo que la peor delincuencia que se vive en Chile es en el interior de los hogares. De eso no se hace cargo nadie, tampoco los medios de comunicación, que sólo hablan de delincuencia cuando se priva a alguien de un bolso, una chequera o entran a robar a la casa.”
La ministra insiste en que la sociedad debe hacerse cargo de que las relaciones entre hombre y mujer deben estar basadas en el principio de la igualdad. “Todavía el criterio de que el hombre tiene poder sobre el cuerpo de la mujer y que por lo tanto, la puede golpear. La propia sociedad debe denunciar estos hechos”, afirma.
Como un nuevo paso, anuncia que a contar de agosto de 2006 se implementará, en coordinación con Carabineros, un teléfono gratuito de emergencia. el 149, para recibir denuncias de maltrato al interior de los hogares.
No a la burrocracia
En la División de Seguridad Ciudadana del Ministerio del Interior, intentan hace cumplir la nueva legislación. Según su directora Orieta Rojas, algunas simples medidas pueden prevenir desenlaces fatales. Como prueba, la Prefectura Occidente de la Región Metroplitana de Carabineros y sus similares en Viña del Mar y Magallanes, reemplazarán el habitual parte policial por una nueva ficha que incorpora datos que permiten rastrear un eventual riesgo vital de una víctima de maltratos habituales.
El procedimiento policial normal no permite seguir la historia de abusos y prevenir su escalada. La inquietud por romper la barrera del silencio también abarcará, en un futuro, la encuesta de victimización elaborada por el Ministerio del Interior. Hoy, se registran todo tipo de delitos, pero la violencia intrafamiliar y sexual quedan fuera.
Se avanza, pero las dificultades subsisten. Para Lorena Saavedra, 33 años, dos hijos, dirigenta vecinal de una de las poblaciones más marginadas de la Región Metropolitana, El Volcán II de Puente Alto, las causas de la violencia en contra de las mujeres son difíciles de erradicar. “El problema es que acá hay mucha droga”, y señala a lo que llama “la mugre”, un sitio baldío emplazado en medio de los blocks.
“La gente está tensa por la falta de trabajo, no hay espacio en las casas; si tu sales a la puerta de tu hogar, creen que estás sapeando.” Frente al departamento de Saavedra, una vecina drogó a sus tres hijos con pasta base y les dio muerte a martillazos. Enfurecidos, los vecinos intentaron linchar a la mujer y a su conviviente. Un bullado caso de la crónica roja. Todavía están allí las enormes piedras arrojadas en contra del inmueble, como testimonio de una explosión de la furia. Saavedra, sin embargo, dice que la violencia es tan cotidiana como oculta: “aquí se escuchan siempre peleas, pero uno no se puede meter y las mujeres no denuncian.”
Poblaciones como “El Volcán”, erigidos en los últimos quince años son el centro de las denuncias de violencia intrafamiliar. Un estudio de Sur Corporación de Estudios Sociales y Educación – basado en datos del Ministerio del Interior- evidenció que en los conjuntos de vivienda social levantados durante ese período se produce la mayor densidad de denuncias de violencia intrafamiliar. Las causas son fáciles de identificar: falta de espacios públicos, estrechez de las viviendas, desempleo y las drogas.
Ciudades Seguras
Olga Segovia, Investigadora de SUR, coincide con el diagnóstico, pero agrega otro elemento. Los crímenes ocultos contra las mujeres, no sólo ocurren a puertas cerradas, sino también a vista de todo el mundo. “La violencia de género está sub-reconocida y sub-denunciada. Hay diferentes formas de violencia contra las mujeres. Además de la violencia física, psicológica y emocional, existe también la violencia estructural, como la feminización de la pobreza, la discriminación salarial, el tráfico de mujeres…”.
La investigadora dice que debe ampliarse la mirada en torno a este complejo problema. “Las mujeres se sienten menos seguras que los hombres. Consideran peligrosos los espacios públicos, lo que implica una continua censura y autocensura a los comportamientos, que limita y restringe su movilidad y autonomía, en especial en ciertos lugares y ciertos momentos considerados particularmente ‘peligrosos’ para ellas. Esto también comprende a las mujeres que cambian sus rutinas debido al temor y al sentimiento de inseguridad cuando se trasladan en la ciudad. A falta de recursos sociales e institucionales, las mujeres son proclives a las acciones defensivas y estrategias individuales que implican aún mayores restricciones a su propia movilidad en la ciudad,” aclara Segovia.
Orieta Rojas coincide con que violencia contra las mujeres se expande hacia espacios públicos. En la calle -explica, basándose en números que maneja Interior- “es más probable que un hombre sea víctima de un delito, pero son las mujeres las que sienten más amenazadas”.
Olga Segovia, coordina actualmente un ambicioso Proyecto Regional, ‘Ciudades Sin violencia para las mujeres Ciudades Seguras para tod@s”, ejecutado por el Fondo para la Mujer de Naciones Unidas (UNIFEM), y financiado por la Agencia Española de Cooperación Internacional (AECI). El plan se aplica en Chile, Argentina y Colombia, e incluye iniciativas en Brasil, Perú y Bolivia. Su objetivo es “fortalecer el ejercicio de los derechos ciudadanos de las mujeres en América Latina, buscando reducir la violencia pública y privada que se ejerce contra ellas en las ciudades”.
Para inaugurar este proyecto en Chile, la Corporación SUR realizará el próximo 7 y 8 de agosto un seminario sobre “violencia contra las mujeres” en el que participarán expertas latinoamericanas en violencia de género, su relación con las políticas públicas y la seguridad ciudadana, entre otros.
“Hay una necesidad de construir espacios urbanos donde se reconozcan los derechos de las mujeres, como seres humanos y ciudadanas, y de poner en práctica las políticas públicas correspondientes, a fin de que esos derechos se vean satisfechos. Hay que facilitar cambios culturales en la sociedad que impulsen la idea de que son las mujeres quienes deben definir lo que consideran adecuado para ellas mismas, antes que parámetros preconcebidos. El concepto va más allá de la frontera de seguridad personal y protección de las mujeres, aunque las incluye.”
Recién hoy se está cobrando conciencia de crímenes ocultos bajo espesas capas de miedo, impunidad y complacencia de la sociedad. Este reportaje menciona algunos pero hay muchos otros. Entonces, es tiempo de meterse.